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Por: Sandra Rivera

Cuando llegué a Estados Unidos me imaginé un país grande y no sólo en tamaño, sino también en ideales y aceptación, pero a los pocos meses un norteamericano se acercó a mí en una estación de metro y sin cruzar palabra alguna lanzó su puño cerrado para golpearme, del asombro sólo pude retroceder y preguntarle “what happen with you?” (¿Qué le sucede?)y el hombre blanco sólo me respondió con una sarcástica y aterradora sonrisa. Por otro lado un hombre negro que también estaba en el metro sólo ignoró la situación y el hombre blanco al ver que la otra persona no dijo nada siguió gritándome cosas que nunca pude entender, primero porque estaba muerta del miedo y segundo porque mi inglés es básico y en ese momento lo era aún más.

Como está historia hay muchas más, que sólo se quedan en eso, una pequeña historia que nunca pasa a mayores porque el bus que todos debemos tomar llega al poco tiempo, sin embargo me enseñó que a veces se está completamente solo aunque tengas muchas personas a tu alrededor, porque ellos no quieren hacer suyo tu problema, porque ellos son indiferentes y son ellos quienes hacen que el racismo, la discriminación y la violencia se vea como algo normal, como algo que pasa todos los días y por lo tanto no les incumbe.

En los últimos meses se han presentado diversas protestas a nivel nacional después de la muerte de George Floyd, y aunque este tipo de discriminación tiene un trasfondo histórico cabe destacar que su muerte llevó a que diversas personas y organizaciones se movieran en medio de una pandemia, pero se les olvidó que no solo en Estados Unidos se mata por el color, sino también por su región e incluso por no hablar inglés, puesto que 4 de cada 10 hispanos dicen haber presentado discriminación, según estimaciones de la Oficina del Censo en 2015 para 2060, lo cual también ha dejado víctimas de crimen de odio. Aunque se ha luchado por años para eliminar estas problemáticas, hay quienes creen que la discriminación no existe porque nunca la «han vivido» o no les interesa.

“La violencia nos ha vuelto insensibles, indiferentes. No importa cuántas víctimas sean, todas al final se vuelven una estadística sin rostro”, así lo afirma una plataforma de convergencia cultural; y es que sólo cuando la violencia, en todas sus expresiones, la vive nuestra pareja, amigos, familia o nosotros mismos; decimos “¿por qué nos están ignorando? ¿A caso lo que pasó no importa? Y lastimosamente, algunas veces no importa, tanto así que: por más que busqué no encontré estadísticas que nos diera claridad sobre qué tan indiferentes somos, sólo encontré, al igual que en este artículo, opiniones y versiones de lo que es.

 Así que hoy digo; sí, la indiferencia nos está matando, porque como reflexionó el político y escritor irlandés, Edmund Burke, «Para que el mal triunfe, solo se necesita que los hombres buenos no hagan nada», ya que le da camino a los “malos” para que deshagan sin tener repercusiones. Es momento que pensemos qué sentirán los demás si yo u otro hacemos o decimos algo que no deberíamos, qué pensará esa persona si actúo y no sólo veo el acto de violencia. Es momento que empecemos a sentir empatía por todos, no sólo por unos.

Mis opiniones no reflejan las del medio.

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